El canto de los pájaros…. pistas para conocer mejor el cerebro humano.

Si tratáramos  de definir la función del cerebro en forma muy sintética podríamos decir que es la de recibir, procesar, almacenar y enviar información al medio ambiente. Es decir, concebido como órgano mental, el cerebro percibe, memoriza, decide y actúa por medio de la conducta. Unas preguntas básicas serían: ¿cómo están codificados y dónde están los recuerdos?, ¿de qué manera se organiza la conducta en el cerebro? Debe existir una huella, alguna forma en la que la experiencia deje su marca en el tejido nervioso. A esa huella se le ha llamado engrama, pero aun hay muchas preguntas por responder acerca de cómo funcionan esas huellas.

Con el aprendizaje aumenta en el cerebro la síntesis de proteínas; se activan y con ello se favorecen nuevas rutas de comunicación entre ciertas neuronas; se hacen circuitos de retroalimentación. Cientos de experimentos se han realizado para esclarecer esto, pero una de las evidencias recientes de mayor interés ha surgido del estudio de una de las conductas naturales más hermosas y llamativas: el canto de los pájaros.

El canto de un pájaro lleva mucha información a distancia: atrae consortes potenciales, previene a otros machos, ahuyenta a predadores. El canto está constituido en canciones funcionales, es decir, melodías para situaciones conductuales específicas. Algunas son proclamaciones que utilizan para delimitar territorios. Otras son cantos agresivos y otras más son de cortejo. Se han identificado, además, canciones de cuidado paternal, de alarma y de defensa. En los extensos tiempos que dedican algunos pájaros a cantar se mezclan diversos tipos de canciones y, con ello, se logran funciones diversas de comunicación. Sin embargo aún desconocemos el significado de los fraseos completos. Probablemente una misma canción tenga tantos significados cuantos escuchas existan, según su especie, sexo y aun su estado fisiológico.

Además de que los cantos son particulares de la especie, hay también dialectos: tipos de modulación característicos de una región geográfica determinada que difiere de miembros de la misma especie en otras áreas. Más aún, hay individualidad en el canto. En varias especies la canción se compone de una serie de frases comunes a todos los machos y, sin embargo, hay fraseos individuales que permiten reconocer al pájaro que los emite.

En experimentos de aislamiento y producción de híbridos se ha descubierto una característica del canto que es común prácticamente a todos los comportamientos: el hecho de que tenga un componente genético y otro aprendido. A diferencia de los insectos, cuyos cantos casi no se pueden moldear o modificar por el aprendizaje, los pájaros pasan por estadios de maduración durante los cuales la estructura y la tonalidad se refinan de acuerdo con el dialecto y la individualidad de quienes los rodean. Los pájaros aislados desde el nacimiento o los que son sordos producen cantos elementales y, aunque maduran durante el desarrollo, nunca alcanzan la riqueza de expresión de los criados en su ambiente. Esto demuestra que existe un patrón codificado en el sistema nervioso por ciertos genes que llevan la información del canto de padres a hijos, pero que ese patrón debe de ser modificado y enriquecido por la experiencia para que ocurra el producto acabado. Pero, además de la codificación del canto, existe un patrón de reconocimiento. O sea que no sólo hay un mecanismo para emitir el canto, sino que existe otro para reconocerlo. Esto se asemeja mucho a lo propuesto por Noam Chomsky, el conocido lingüista del Instituto Tecnológico de Massachusetts, que formula que hay patrones para el lenguaje humano; éste tendría un componente genético para la estructura fundamental y otro adquirido durante etapas cruciales de maduración.

Ahora bien, ¿cómo se codifica el canto en el cerebro? Fernando Nottebohm, investigador argentino que trabaja enla Universidad Rockefeller, sorprendió a los científicos del cerebro con un hallazgo sensacional: la evidencia de que un área muy restringida del cerebro de los canarios aumentaba al doble de su tamaño durante la primavera, la época del apareamiento anual y del inicio del canto, para reducirse al final de ella a su talla previa. Esta zona es un núcleo que controla las neuronas motoras de los órganos vocales, en particular la siringe, con la que el ave emite la voz; se trata del núcleo cerebral donde se halla codificado el canto. En experimentos posteriores encontró que la aplicación de testosterona, la hormona masculina producida por el testículo y que aumenta en los machos durante la época del apareamiento, produce un incremento en la talla del núcleo y desencadena el canto en los machos, incluso fuera de la estación. Más aún, las hembras adultas que normalmente no cantan, si se les aplican inyecciones de testosterona desarrollan el mismo cambio que los machos, es decir, expansión del núcleo y producción de canto. Estas evidencias vinieron a echar por tierra la noción de que el cerebro adulto era inmutable, y de que las neuronas, por su extrema especialización, ya no se producían en el animal adulto.

Hoy sabemos que las estimulaciones ambientales reiteradas, actuando sobre el ADN, pueden determinar cambios relativamente estables de la expresión del mismo, y la actualización de la información que allí se genera, propicia la formación de nuevas rutas de comunicación sinápticas entre las neuronas.

Esto nos da una visón mas optimista de las posibilidades que las intervenciones terapéuticas y pedagógicas adecuadas y a tiempo pueden promover en las personas, resignificando lo que alguna vez nos enseño el poeta Antonio Machado, …. “Hoy, es siempre todavía..”

Silvia Pérez Fonticiella.

¿ CÓMO APRENDE EL SER HUMANO ?

Ésta es sin duda una pregunta compleja que diferentes enfoques disciplinarios han tratado de responder desde la filosofía, la biología, la psicología, entre otras. A finales de los años 90, encontramos recién corrientes de pensamiento que hacen hincapié en la importancia de los factores socioculturales y emocionales en el proceso de aprendizaje. A partir del año 2000, a medida que se fueron conociendo los resultados de múltiples investigaciones sobre el funcionamiento del cerebro, se reconoció la importancia de la base neural en las ciencias del aprendizaje y la importancia de conocer cómo, el cerebro humano, procesa la información que le llega a través de su input sensorial y así, poder diseñar modelos educativos y estrategias de enseñanza-aprendizaje a la medida de las posibilidades de los aprendices, acordes a las posibilidades y etapa de la vida de los mismos. Una conclusión  importante de todas estas investigaciones, fue que no importa la edad, siempre es posible aprender si se enseña de acuerdo a las posibilidades de cada cerebro. De este modo, surgieron nuevas interrogantes: ¿cómo y sobre todo, cuándo, podemos aprender mejor y más rápido?; ¿hay períodos más propicios para el desarrollo del cerebro?; ¿Qué papel juegan las emociones, la motivación y la autoestima en el aprendizaje?;   ¿qué peso tienen las condiciones ambientales , el entorno o contexto en que se imparten las clases, para que la persona logre un adecuado aprendizaje?; ¿Cuáles son las causas orgánicas, que dificultan la adquisición de habilidades matemáticas o para la lectura?

Todo esto se va develando a medida que avanzan los estudios en el área de la neurociencia, disciplina que se nutre de variadas disciplinas como la biología, la psicología, la química, la anatomía, la física y la informática. De este modo, los neurocientíficos han demostrado que hay una nueva ciencia del aprendizaje, que debe basarse en el conocimiento del funcionamiento del cerebro y debe desarrollar nuevas metodologías de abordaje y de enseñanza, en consecuencia, con los hallazgos que se van conociendo, y centrar a los sistemas educativos, más en el “cómo” del aprendizaje que en el “que”. ¿Por qué este niño no aprende?; ¿Por qué no logra una adecuada adquisición de los conocimientos, de acuerdo a su edad y grado?; ¿qué le pasa al chico?; ¿qué causa su conducta?

Estas problemáticas deben abordarse con una perspectiva integral en la que se articulen la neurología, la neuropsicología, la genética, la biología, la química, la psicología, la física,  la pedagogía, la sociología, entre otras disciplinas que forman parte de las actuales neurociencias. El Premio Nobel de Fisiología y Medicina 2000, E. Kandel, ha logrado comprobar que las potencialidades de la conducta de un individuo, (el “hasta dónde puede llegar”), se produce por mecanismos genéticos y evolutivos, así como por factores ambientales y de aprendizaje, que actúan en el cerebro y producen cambios estructurales y funcionales de las células nerviosas específicas que intervienen en los procesos de lectura, escritura, cálculo, memoria y otras funciones que intervienen por supuesto en el aprendizaje académico de los chicos. Estados emocionales y procesos cognitivos que sustentan el aprendizaje,  (memoria, atención, lenguaje, etc), tienen una base biológica, lo que implica que el estudio de las áreas más deficitarias, aquellas en las que el niño no logra lo esperado, requiere el abordaje de un equipo de profesionales que trabaje dentro del marco de las neurociencias.

“Las bases de la ciencia neural  contemporánea, considera que todos los procesos mentales son biológicos y cualquier alteración de los mismos es orgánica”.

Kandel, Jessell, Schwartz Neurociencia y conducta”.

Hoy podemos conocer algunas de las áreas del cerebro encargadas de la activación del pensamiento y de la óptima realización de habilidades relacionadas con la aritmética y del reconocimiento de palabras; y hasta se pueden medir los cambios en el sustrato neuronal producidos por los tratamientos de reeducación o rehabilitación que intervienen sobre funciones cerebrales que están alteradas. En el área del lenguaje, por ejemplo, conociendo cuáles son los módulos cerebrales encargados del lenguaje, y de qué modo procesan la información, se pueden diseñar estrategias correctivas y nuevos métodos para enseñar a aquellos niños o adultos que presentan dificultades en el dominio de esta importante área de aprendizaje. Gracias a la plasticidad cerebral, base de los mecanismos de la memoria y del aprendizaje, hemos confirmado de forma experimental que nuestras neuronas, sufren una remodelación permanente en función de la experiencia que vivimos. Las conexiones nerviosas no son fijas ni inmutables, algunas se destruyen pero otras se crean para adaptarse. Y lo más novedoso, de este planteo, es que toda experiencia nos deja una huella asociada a un estado corporal. Es decir, concretamente, que aplicado a la situación de enseñanza-aprendizaje, la forma y condiciones ambientales y emocionales en que yo haya adquirido un conocimiento en el aula o en otro entorno, van a determinar un determinado estado corporal asociado, de placer, de displacer, de angustia, de ansiedad, de miedo, de satisfacción, etc. y este estado se “guardará” en nuestro cerebro asociado a ese aprendizaje. Cada vez que realice una lectura o evoque un recuerdo relacionado a ese contenido, se disparará en mí ese mismo estado somático que se “guardó” al incorporar el conocimiento. Por ejemplo, si mi profesor de matemática, logra acaparar mi atención y me enseña la ecuaciones de una forma amena, de modo que me permita encontrarle relación y significado en mi vida cotidiana, y me permita activar mis conocimientos previos,  es más probable que cuando tenga que hacer la tarea de matemática, la emoción placentera que se “guardó” en el momento de adquirir el conocimiento, me lleve a estar motivado para dar lo mejor de mí. Se podrá entonces dimensionar la importancia que tiene el cómo se adquiere un conocimiento, cómo influye el estado emocional del docente y del educando, cómo influyen las variables ambientales, (ruidos, luz, cantidad de alumnos, etc), cómo influye a la hora de hacer las tareas en casa, tener una mamá o un papá junto al niño, para que modere su ansiedad, le hable con dulzura, evite que se desate una batalla campal que impregne la atmósfera familiar de malestar. Investigaciones de los últimos años, han podido comprobar también, cómo los tratamientos de reeducación y rehabilitación multisensoriales, elaborados a la medida de las necesidades de cada persona, que se realizan con una frecuencia semanal adecuada y con compromiso de parte del paciente, logran no sólo una mejoría de las funciones cerebrales alteradas, sino también, modificaciones en la estructura cerebral, acorde a las constataciones que se han realizado mediante el uso de neuroimágenes. Es decir, por ejemplo, que un tratamiento que apunta a mejorar un trastorno específico del lenguaje como la dislexia, no sólo mejora los resultados que el niño obtiene en el área de lenguaje, sino que favorece la creación de nuevas sinapsis. Las terapias, los tratamientos de intervención reeducativa, modifican el sustrato neuronal. También se ha comprobado la importancia de que los educadores y los alumnos conozcan qué parte de su cerebro usan en las diferentes tareas escolares que realizan. De acuerdo a todo esto, podemos entender que los docentes, deben manejar no sólo información relacionada sobre los contenidos de sus materias, sino que deben contar con el conocimiento sobre el trabajo realizado por los neurocientificos acerca de cómo “aprende” el cerebro, y cuáles son algunos de los métodos y estrategias de aprendizaje más eficaces. La visión optimista que dejan las neurociencias, tiene que ver con el hecho de que: Aprender algo,  es modificar la estructura del cerebro, formar nuevos circuitos cerebrales, nuevos módulos o estructuras cerebrales, y esto se produce en cualquier etapa de la vida.

Silvia Pérez Fonticiella

Consultora en Neurociencias

Prof. Neuropsic. Ing. Silvia Pérez Fonticiella - Prof. Mario A. Valdez

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